sábado, 2 de abril de 2016

El buenismo en prisión

Hace unas semanas me regalaron un libro: El delito de ser pobre, una gestión neoliberal de la marginalidad, de Albert Sales i Campos. El libro se lee en un rato, está redactado de manera muy sencilla y es muy corto, pero ninguno de sus párrafos te deja indiferente. Como digo, el librito no tiene desperdicio, pero yo no estoy aquí hoy para comentarlo porque creo que merece la pena su lectura íntegra.

Lo que sí me gustaría compartir es un tema que me ha sugerido uno de sus capítulos en el que el autor describe las nefastas consecuencias de la reforma de la asistencia social llevada a cabo en los años noventa por el Presidente de los EEUU, Bill Clinton, reforma que, sin embargo, tuvo una acogida estupenda tanto entre Demócratas, como entre  Republicanos y, en definitiva, entre la mayor parte de la ciudadanía.

Con esta antesala, ya podemos imaginar que la ideología que sustentaba esta reforma de recortes se basaba en la criminalización de la pobreza y, por ende, en la imposición de dificultades en el acceso a las prestaciones con el objetivo de no cronificar las situaciones de marginalidad e impedir que se perpetuara el que los pobres continuaran viviendo a expensas del Estado.

Como venimos diciendo, esta política tuvo poca oposición, si alguna voz crítica se alzaba se la tildaba de buenismo y a otra cosa, a pesar de que no existían bases científicas que sustentaran estas medidas más allá de la tiranía que imponía el workfare.

El buenismo al que alude el autor es una expresión que me entristece tanto como me enfada. Me llama la atención que una cualidad que, a priori, resulta loable adquiera tintes tan peyorativos: cuando a alguien que emite una opinión o toma una decisión se la tacha de bueno (tú es que eres muy bueno...) realmente lo que se está haciendo es desacreditar su posicionamiento, un ninguneo que, en la mayoría de las ocasiones no está basado en argumentaciones lógicas, pero que resulta tan mal intencionado como efectivo.

Esto llevado al plano laboral deriva en algo aún más dañino porque esas opiniones, decisiones o posiciones quedan despojadas de cualquier rigor profesional para ser relegadas al plano de lo meramente emocional. Es decir, si te apartas del pronunciamiento mayoritario, no es que discrepes, no es que tengas alegaciones fundadas que te hagan ir en otra dirección, es que eres bueno, por tanto, ingenuo y poco profesional.

En el ámbito penitenciario resulta muy peligroso porque nos encontramos ante una institución que tiene el deber de custodiar a una persona que se ha alejado de la norma, de castigar, pero también de reinsertar, obligándonos a intervenir para cumplir esta última función que, en tantas ocasiones, se olvida, pero ahora pareciera que abogar por un beneficio penitenciario tendente a facilitar la reincorporación social es una muestra más de ese buenismo. Da igual que la persona lleve cinco años abstinente, da igual que el delito fuera antiguo, da igual que cuente con una oferta laboral, da igual todo, porque lo que se impone es el cumplimiento íntegro, el endurecimiento de la pena y la política del palo en las ruedas (de las personas internas) ¡Eso sí es profesional, dónde va a parar!

Cualquier organización donde se inserta la figura del / la trabajador / a social suele tener por objeto una función de ayuda, por lo que facilitar trámites o gestionar prestaciones no suele ser tachado de buenismo más allá de las limitaciones presupuestarias. En cambio, en prisión la coexistencia de un contexto de control tan marcadamente punitivo que, por otra parte, incluye una función reinsertadora genera una esquizofrenia que a la mayoría de trabajadores sociales de prisión nos cuesta sobrellevar.

Ese buenismo quizás no sea tal si se echa mano de datos y estadísticas en lugar de quedarnos resguardados en los discursos simplistas y simplones que se nos intentan inculcar. Es por eso que es importante generar literatura que ofrezca debate entre la ciudadanía. En este sentido agradezco profundamente al Consejo General del Trabajo Social que haya dedicado su último número al trabajo social penitenciario y que haya incluido una reseña de este blog ¡Gracias!


2 comentarios:

  1. Interesante y sugerente reflexión. Enhorabuena Elena. Tiene que ser difícil mantener la relación de ayuda en un contexto como el penitenciario... pero los retos más difíciles son los que más satisfacción producen. Un saludo cordial.

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    1. Hola, Pablo: efectivamente resulta un tanto complejo, pero en este sentido el blog me ayuda a aclarar las ideas y afrontar el día a día. Espero que nos veamos en La Rioja. Hasta entonces un abrazo virtual.

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