viernes, 16 de enero de 2015

Cursos para corruptos en las cárceles españolas

El otro día, echando un vistazo a la prensa por Internet, me llamó la atención un titular: Cursos de reinserción para corruptos en las cárceles españolas. Con este encabezamiento no pude resistir la tentación de pinchar en el enlace. La noticia contaba que la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias ha encomendado a técnicos de prisiones la elaboración de programas específicos para perfiles tipo Bárcenas, Granados, Matas, Pantojas… simplificando, corruptos.

Aún se desconoce el contenido concreto de estos cursos aunque ya se prevé que tratarán temas de Ética y de Código Deontológico, según fuentes de la propia Secretaría. Permitidme la zafiedad: esto es para mearse y no echar gota.

¿Ética? ¿Ahora van a abordar la ética y eliminan del currículo escolar asignaturas como Educación para la Ciudadanía? ¿De verdad alguien cree que alguno de los individuos citados delinquió porque desconocía algún Código Deontológico? Y por cierto ¿a qué Código Deontológico se refieren?

Creo que soy poco sospechosa de oponerme al tratamiento penitenciario de cualquier persona interna, siempre que sea aceptado voluntariamente. Defiendo la posibilidad de reinserción y reeducación por encima de otras finalidades que también contiene la pena. Sin embargo me parece realmente alarmante la premura con la que se han puesto a diseñar programas de intervención específicos para un perfil delincuencial que es casi irrelevante en las cárceles españolas (no porque no haya corruptos, sino porque por desgracia no suelen ingresar en prisión), al tiempo que se descuidan otros colectivos más representativos y con mayor necesidad de intervención.

Sin ambages hay que decir que estos programas son un ejemplo más de la desfachatez de quienes nos gobiernan. Fijémonos ahora en una teoría criminológica que me sirve para argumentar mi oposición a este cursillo. A Santiago Redondo Illescas, profesor de Psicología y Criminología de la Universidad de Barcelona, le debemos una teoría integradora de la delincuencia denominada Modelo del Triple Riesgo Delictivo (TRD)

Para Redondo Illescas existen tres categorías de factores explicativas de la delincuencia. En cada una de estas categorías se recogen grupos de pares: factores de protección y factores de riesgo. Estos pares son los extremos de una horquilla entre los que caben graduaciones intermedias.

Las categorías a las que se refiere el autor son:
A.    Disposiciones y capacidades personales: Todas aquellas características individuales, tanto constitucionales como adquiridas, asociadas a un mayor o menor riesgo de comportamiento antisocial. Así, por ejemplo un factor de riesgo sería una baja inteligencia y un factor de protección una inteligencia normal o algún talento notable. Igualmente una baja motivación al logro tendría su opuesto en una alta motivación de superación.
B.     Apoyo social percibido: características y condiciones ambientales (familiares, educativas y sociales) que conforman al individuo a lo largo de su vida y se asocian a su mayor o menor riesgo delictivo: amigos delincuentes / amigos prosociales, desvinculación de la escuela / apego a la escuela, bajos ingresos / ingresos suficientes, barrios deteriorados / barrios no delictivos, crianza paterna inconsciente / crianza paterna equilibrada…
C.     Oportunidad: todas aquellas características ambientales (o de eventuales víctimas del delito) que favorecen o dificultan el comportamiento antisocial. En la fuente de riesgos C se encuentran aspectos como: alta densidad de población / baja densidad (sin llegar al aislamiento) o la mayor o menor accesibilidad a las propiedades o a las víctimas.

En estas tres categorías de riesgos se enmarcan aquellos factores que hacen más o menos probable el delito. En algunos individuos se aunarán factores de todo tipo, aunque también puede haber otros en los que se aprecie la presencia de sólo uno de ellos.

Una de las tesis que plantea esta teoría es que cuando la fuente de riesgo A (disposiciones y capacidades personales) y la fuente de riesgo B (apoyo social) sean muy bajas la fuente de riesgos C (oportunidad) tendrá que ser muy elevada para que se produzca el hecho delictivo, por ejemplo, un funcionario al que le ofertan una cuantiosa suma de dinero por facilitar información. En este caso la oportunidad es muy elevada, a pesar de que el funcionario en cuestión pueda contar con innumerables factores de protección de la fuente A y B.

Retomando el tema de los programas para corruptos, he podido leer que van a abordar cuestiones referidas a la fuente de riesgos A, es decir, a las disposiciones y capacidades personales ¿Alguien cree que la Pantoja no tiene algún talento notable? (al margen de nuestros gustos musicales, claro está) ¿Alguien piensa que Bárcenas o Matas carecen de espíritu de superación?

No creo que los factores A sean los más sobresalientes en este tipo de perfiles puesto que han demostrado ser inteligentes, tener habilidades verbales y sociales y alta motivación al éxito. En mi opinión, el problema se encuentra en los factores sociales y de oportunidad.
Tramas como la Gürtel han puesto al descubierto que la corrupción no era un acto de un individuo aislado, sino que se trataba de todo un entramado por medio del cual diversos personajes se lucraban. Esto supone un enorme factor de riesgo perteneciente a la fuente de riesgos B porque el círculo relacional de Bárcenas o compañía tenían actividades ilícitas igualmente y, por tanto, de su mundo no iba a percibir sanción social alguna. En terminología de Redondo Illescas, digamos que Bárcenas no tenía amigos prosociales.

También me parecen muy apreciables los factores de riesgo asociados a la fuente C (oportunidad). Esta gente delinquió porque pudo, porque llegaron donde tenían capacidad de influir, porque les compensaba y porque no existía un control estricto de su actividad. Se creyeron impunes.

Me parece muy difícil abordar este tipo de cuestiones desde prisión sin la existencia de un sistema educativo que prime valores como el civismo, la responsabilidad o la honestidad. Y, por supuesto, sin una fiscalización escrupulosa de todas las actividades económicas públicas y privadas. Lo mismo estoy equivocada, pero creo que la lucha contra la corrupción es una cuestión más de voluntad política que de tratamiento penitenciario.