lunes, 6 de abril de 2015

Incógnito (Segunda Parte)

Hace un par de semanas Belén Navarro me pidió que leyera un libro y escribiese una entrada sobre el. Aparqué el que tenía entre manos y me dispuse a leer Incógnito de David Eagleman. Tengo que confesar que lo comencé sin mucha fe. El cerebro y sus entresijos no me resulta una temática especialmente atractiva, sin embargo este libro es diferente, puedes entenderlo sin tener ni idea de biología o neurociencia (como es mi caso). Su autor utiliza un lenguaje claro y accesible y el contenido es tan interesante que obliga a pararse y reflexionar sobre lo leído.

Belén ya abordó el contenido en su entrada Incógnito (Primera Parte) por lo que voy a centrarme en el capítulo sexto en el que Eagleman cuestiona el planteamiento de la responsabilidad penal. El autor sostiene que los sistemas penales están mal planteados porque parten de que todas las personas adultas son capaces de tomar decisiones sensatas, todos somos razonadores prácticos, en palabras de Eagleman. Esto sería así si todos compartiésemos un mismo cerebro, no obstante los cerebros son distintos, es más, incluso un mismo cerebro puede llegar a cambiar por la acción de un virus, las drogas, un tumor, el entorno, una mutación genética, etcétera.

Cuando nacemos ya hemos sido expuestos a una serie de condicionantes que van a determinar nuestra vida como adultos: igual tu madre ingirió drogas durante la gestación; lo mismo en la infancia sufriste maltrato, desatención o abuso sexual; quizás las paredes de la casa en la que viviste estaban revestidas con pintura con alto contenido en plomo, por poner sólo unos pocos ejemplos. Todo esto puede dañar el cerebro y modificar la inteligencia, la agresividad y la capacidad de tomar decisiones.

Con esto, el autor no pretende eximir de responsabilidad a los delincuentes, pero sí trata de advertir que las personas empiezan sus vidas en lugares muy distintos. Podemos caer en la tentación de pensar que nosotros no haríamos las cosas que ha hecho tal o cual delincuente, sin embargo nosotros no vivimos en esa casa, no nos criaron esos padres, no nos alimentamos de esa comida y no fuimos al mismo colegio. Aún tratando de hacer un ejercicio de la empatía a la que tanto aludimos los trabajadores sociales, no podremos estar en su piel porque no compartimos cerebro.

Una estadística realizada a presos estadounidenses demuestra que los portadores de una serie de genes determinados tienen ocho veces más probabilidades de cometer una agresión con daños físicos graves, diez veces más probabilidades de asesinar, trece veces más de cometer robos a mano armada y cuatro más de cometer una agresión sexual. El 98,4 % de las personas que están en el corredor de la muerte en EEUU son portadores de estos genes. Como vemos, estamos bastante más condicionados por nuestras estructuras moleculares y el entorno de lo que en principio desearíamos. El ser humano no ha decidido si portar los genes delincuentes o no, tampoco ha elegido los padres que lo educaron, ni el entorno en el que creció.

El autor no pretende exonerar a los delincuentes; como afirma el propio Eagleman Explicación no equivale a exculpación. Lo que busca es perfeccionar el modo en que se castiga y hacer un sistema legal compatible con el cerebro y que mire al futuro. Para el autor no tiene sentido preguntarse hasta qué punto la responsabilidad del delito fue del delincuente o de su biología, porque no existe distinción significativa entre el uno y la otra. Son inseparables. Lo que sí tiene sentido es por ejemplo saber por qué la incidencia de enfermedad mental entre la población inmigrante de un país es superior que el de la población mayoritaria. Recientemente se ha demostrado que la presión social a la que se encuentra sometida la primera incide en el desarrollo de la enfermedad.

Este dato ilustra muy bien la diferenciación necesaria entre la responsabilidad penal de un sujeto y la necesidad de arbitrar mecanismos tanto preventivos como tratamentales que hagan de esta sociedad un lugar con menos delincuencia.

Eagleman afirma que todas las sociedades tienen impulsos punitivos, pero los periodos de encarcelamiento no deberían responder al deseo de venganza sino al riesgo de que el penado vuelva a infligir la ley. Sustituye la responsabilidad por la modificabilidad. Aboga por un sistema legal flexible que sea individualizado (una sentencia personalizada), en función de cada persona y su posibilidad de reinserción.

El neurocientífico afirma que los sistemas legales se fundamentan en la igualdad ante la ley, sin embargo para él todos no deberíamos ser iguales ante la ley porque no nacemos iguales: tenemos distintas virtudes, defectos, cualidades, potencialidades…de ahí la necesidad de personalizar la ley y dictar sentencias basadas en la modificabilidad. Esta es la tesis que me alberga mayores dudas puesto que si para un mismo delito se puede tener distinto tiempo de condena me parece que podría vulnerar garantías como la seguridad jurídica. Esa flexibilidad ha de existir en el Tratamiento Penitenciario, pero a mi juicio no en la sentencia.

Antes de finalizar voy a compartir una reflexión que me ha sugerido el libro: Diversas asociaciones, oenegés e instituciones públicas y privadas han realizado estudios sobre el número creciente de personas en situación de exclusión, han elaborado estadísticas del aumento de niños malnutridos y publicado informes sobre las precarias condiciones de vida que esta crisis está ocasionando a la población. De estos abrumadores datos creo que somos todos bastante conscientes, sin embargo, si como afirma Eagleman, existe todo un catálogo de condicionantes del entorno que pueden dañar el cerebro y modificar la inteligencia, la agresividad y la capacidad de tomar decisiones, quizás la repercusión para el futuro sea aún mayor y más preocupante de lo previsto . Se admiten opiniones.

Por último, tengo que advertir que en una entrada de blog resulta muy complejo explicar un planteamiento que a esta persona le ha llevado todo un libro. El autor afina mucho más sus posicionamientos y, al margen de polémicas, me parece que abre un debate enriquecedor acerca de los sistemas penales, por lo que yo también recomiendo su lectura.
 
Hasta pronto.