El otro día, echando un vistazo a la prensa por Internet,
me llamó la atención un titular: Cursos de reinserción para corruptos en las cárceles españolas. Con este encabezamiento no pude resistir la
tentación de pinchar en el enlace. La noticia contaba que la Secretaría General
de Instituciones Penitenciarias ha encomendado a técnicos de prisiones la
elaboración de programas específicos para perfiles tipo Bárcenas, Granados,
Matas, Pantojas… simplificando, corruptos.
Aún se desconoce el contenido concreto de estos cursos
aunque ya se prevé que tratarán temas de
Ética y de Código Deontológico, según fuentes de la propia Secretaría.
Permitidme la zafiedad: esto es para mearse y no echar gota.
¿Ética? ¿Ahora van a abordar la ética y eliminan del
currículo escolar asignaturas como Educación para la Ciudadanía? ¿De
verdad alguien cree que alguno de los individuos citados delinquió porque
desconocía algún Código Deontológico? Y por cierto ¿a qué Código Deontológico
se refieren?
Creo que soy poco sospechosa de oponerme al tratamiento
penitenciario de cualquier persona interna, siempre que sea aceptado
voluntariamente. Defiendo la posibilidad de reinserción y reeducación por
encima de otras finalidades que también contiene la pena. Sin embargo me parece
realmente alarmante la premura con la que se han puesto a diseñar programas de intervención específicos para
un perfil delincuencial que es casi irrelevante en las cárceles españolas
(no porque no haya corruptos, sino porque por desgracia no suelen ingresar en
prisión), al tiempo que se descuidan otros colectivos más representativos y con
mayor necesidad de intervención.
Sin ambages hay que decir que estos programas son un
ejemplo más de la desfachatez de quienes nos gobiernan. Fijémonos ahora en una
teoría criminológica que me sirve para argumentar mi oposición a este cursillo. A Santiago Redondo Illescas, profesor de Psicología y
Criminología de la Universidad de Barcelona, le debemos una teoría integradora
de la delincuencia denominada Modelo del Triple Riesgo Delictivo (TRD)
Para Redondo Illescas existen tres categorías de factores
explicativas de la delincuencia. En cada una de estas categorías se recogen
grupos de pares: factores de protección y factores de riesgo. Estos pares son
los extremos de una horquilla entre los que caben graduaciones intermedias.
Las categorías a las que se refiere el autor son:
A. Disposiciones y capacidades
personales: Todas
aquellas características individuales, tanto constitucionales como
adquiridas, asociadas a un mayor o menor riesgo de comportamiento antisocial. Así, por ejemplo un factor de riesgo sería una baja
inteligencia y un factor de protección una inteligencia normal o algún
talento notable. Igualmente una baja motivación al logro tendría su opuesto en
una alta motivación de superación.
B. Apoyo social percibido: características y condiciones
ambientales (familiares, educativas y sociales) que conforman al individuo a lo
largo de su vida y se asocian a su mayor o menor riesgo delictivo: amigos
delincuentes / amigos prosociales, desvinculación de la escuela / apego a la
escuela, bajos ingresos / ingresos suficientes, barrios deteriorados / barrios
no delictivos, crianza paterna inconsciente / crianza paterna equilibrada…
C. Oportunidad: todas aquellas características
ambientales (o de eventuales víctimas del delito) que favorecen o dificultan el
comportamiento antisocial. En la fuente de riesgos C se encuentran
aspectos como: alta densidad de población / baja densidad (sin llegar al
aislamiento) o la mayor o menor accesibilidad a las propiedades o a las
víctimas.
En estas tres categorías de riesgos se enmarcan aquellos
factores que hacen más o menos probable el delito. En algunos individuos se
aunarán factores de todo tipo, aunque también puede haber otros en los que se
aprecie la presencia de sólo uno de ellos.
Una de las tesis que plantea esta teoría es que cuando la
fuente de riesgo A (disposiciones y capacidades personales) y la fuente de
riesgo B (apoyo social) sean muy bajas la fuente de riesgos C (oportunidad)
tendrá que ser muy elevada para que se produzca el hecho delictivo, por
ejemplo, un funcionario al que le ofertan una cuantiosa suma de dinero por
facilitar información. En este caso la oportunidad es muy elevada, a pesar de
que el funcionario en cuestión pueda contar con innumerables factores de
protección de la fuente A y B.
Retomando el tema de los programas para corruptos, he
podido leer que van a abordar cuestiones referidas a la fuente de riesgos A, es
decir, a las disposiciones y capacidades personales ¿Alguien cree que la
Pantoja no tiene algún talento notable? (al margen de nuestros gustos
musicales, claro está) ¿Alguien piensa que Bárcenas o Matas carecen de espíritu
de superación?
No creo que los factores
A sean los más sobresalientes en este tipo de perfiles puesto que han demostrado ser
inteligentes, tener habilidades verbales y sociales y alta motivación al éxito.
En mi opinión, el problema se encuentra en los factores sociales y de
oportunidad.
Tramas como la Gürtel han puesto al descubierto que la
corrupción no era un acto de un individuo aislado, sino que se trataba de todo
un entramado por medio del cual diversos personajes se lucraban. Esto supone
un enorme factor de riesgo perteneciente a la fuente de riesgos B porque el
círculo relacional de Bárcenas o compañía tenían actividades ilícitas
igualmente y, por tanto, de su mundo no iba a percibir sanción social alguna.
En terminología de Redondo Illescas, digamos que Bárcenas no tenía amigos
prosociales.
También me parecen muy apreciables los factores de riesgo
asociados a la fuente C (oportunidad). Esta gente delinquió porque pudo, porque
llegaron donde tenían capacidad de influir, porque les compensaba y porque no
existía un control estricto de su actividad. Se creyeron impunes.
Me parece muy difícil abordar este tipo de cuestiones
desde prisión sin la existencia de un sistema educativo que prime valores como
el civismo, la responsabilidad o la honestidad. Y, por supuesto, sin una
fiscalización escrupulosa de todas las actividades económicas públicas y privadas. Lo mismo estoy equivocada, pero creo que la lucha contra la corrupción
es una cuestión más de voluntad política que de tratamiento penitenciario.
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